sábado, 5 de mayo de 2012

Sigmund Freud (1856-1939). El padre del Psicoanálisis.



Para el Psicoanálisis, la personalidad se va desarrollando a través de etapas que ocurren en la infancia, que tienen una función biológica como centro y plantea que los acontecimientos que se llevan a cabo en éstas fases pueden ser determinantes en la formación de la personalidad del ser humano.

La personalidad se desarrollará según se hayan resuelto los estadios en el desarrollo del niño.

Para describir estas etapas o fases de la evolución de la personalidad, Freud postula la teoría de los estadios psicosexuales.

Para más información pueden ver su bibliografía en video publicada en youtube a continuación:



Para ver las partes restantes utiliza los siguientes enlaces:


Los estadios de la evolución psicosexual


Para Freud la pulsión sexual es la fuerza motivacional más importante. Éste creía que esta fuerza no era solo la más prevalente para los adultos, sino también en los niños, e incluso en los infantes. Cuando Freud presentó sus ideas sobre sexualidad infantil por primera vez, el público vienés al que se dirigió no estaba preparado para hablar de sexo en los adultos, y desde luego menos aún en los niños. 

La sexualidad no comprende en exclusiva al coito, sino todas aquellas sensaciones placenteras de la piel. Está claro que hasta el más mojigato de nosotros, incluyendo bebés, niños y adultos, disfrutamos de las experiencias táctiles como los besos, caricias y demás.

Freud observó que en distintas etapas de nuestra vida, diferentes partes de la piel que nos daban mayor placer. Más tarde, los teóricos llamarían a estas áreas zonas erógenas. Vio que los infantes obtenían un gran monto de placer a través de chupar, especialmente del pecho. De hecho, los bebés presentan una gran tendencia a llevarse a la boca todo lo que tienen a su alrededor. Un poco más tarde en la vida, el niño concentra su atención al placer anal de retener y expulsar. Alrededor de los tres o cuatro años, el niño descubre el placer de tocarse sus genitales. Y solo más tarde, en nuestra madurez sexual, experimentamos un gran placer en nuestras relaciones sexuales. Basándose en estas observaciones, Freud postuló su teoría de los estadios psicosexuales.
  • La etapa oral se establece desde el nacimiento hasta alrededor de los 18 meses. El foco del placer es, por supuesto, la boca. Las actividades favoritas del infante son chupar y morder.
  • La etapa anal se encuentra entre los 18 meses hasta los tres o cuatro años de edad. El foco del placer es el ano. El goce surge de retener y expulsar.
  • La etapa fálica va desde los tres o cuatro años hasta los cinco, seis o siete. El foco del placer se centra en los genitales. La masturbación  a estas edades es bastante común.
  • La etapa de latencia dura desde los cinco, seis o siete años de edad hasta la pubertad, más o menos a los 12 años. Durante este período, Freud supuso que la pulsión sexual se suprimía al servicio del aprendizaje. Debo señalar aquí, que aunque la mayoría de los niños de estas edades están bastante ocupados con sus tareas escolares, y por tanto “sexualmente calmados”, cerca de un cuarto de ellos están muy metidos en la masturbación y en jugar “a los médicos”. En los tiempos represivos de la sociedad de Freud, los niños eran más tranquilos en este período del desarrollo, desde luego, que los actuales.
  • La etapa genital empieza en la pubertad y representa el resurgimiento de la pulsión sexual en la adolescencia, dirigida más específicamente hacia las relaciones sexuales. Freud establecía que tanto la masturbación, el sexo oral, la homosexualidad como muchas otras manifestaciones comportamentales eran inmaduras, cuestiones que actualmente no lo son para nosotros. 

La crisis edípica


Cada estadio comprende una serie de tareas difíciles propias de donde surgirán multitud de problemas. Para la fase oral es el destete; para la anal, el control de esfínteres; para la fálica, es la crisis edípica, llamada así por la historia griega del rey Edipo, quien inadvertidamente mató a su padre y se casó con su madre.
Veamos cómo funciona la llamada crisis edípica. El primer objeto de amor de todos nosotros es nuestra madre. Queremos su atención, queremos su afecto, queremos su cuidado; la queremos, la deseamos de una manera ampliamente sexual. No obstante, el niño tiene un rival ante estos deseos, personificado en su padre. Éste es mayor, más fuerte, más listo y se va a la cama con ella, mientras que el chico es desplazado a dormir solo en su habitación. El padre es el enemigo.

Ya en el momento en que el niño se da cuenta de esta relación arquetípica, ya se ha percatado de las diferencias entre niños y niñas, además del pelo largo y los estilos de vestirse. Desde su punto de vista párvulo, la diferencia estriba en que tiene un pene, cosa que no tiene la chica. En este período de la vida, éste cree que es mejor tener algo que carecer de ello, por lo que se siente satisfecho y orgulloso de poseerlo.

Pero, aparece la pregunta: ¿y dónde está el pene de la niña?. Quizás lo ha perdido de alguna forma. Quizás se lo cortaron. ¡Quizás lo mismo me puede pasar a mí!. Este es el inicio de la ansiedad de castración, un nombre poco apropiado para definir el temor a perder el propio pene.

Volviendo a la historia anterior, el niño, al reconocer la superioridad de su padre y temiendo a su pene, empieza a poner en práctica algunas de sus defensas yoicas. Desplaza sus impulsos sexuales a su madre hacia las chicas y posteriormente a las mujeres. Y se identifica con el agresor, su papá, e intenta parecerse cada vez más a él; esto es, un hombre. Después de unos años de latencia, entra en la adolescencia y al mundo de la heterosexualidad madura.

La niña también empieza su vida con amor hacia su madre, por lo que se nos presenta el problema de tener que redirigir sus afectos hacia su padre antes de que tenga lugar el proceso edípico. Freud responde a esto con la envidia al pene. La niña ha notado también que ante la diferencia de ambos sexos, ella no puede hacer nada. A ella le gustaría tener un pene también, así como todo el poder asociado a éste. Mucho más tarde podrá tener un sustituto, como un bebé. Como todo niño sabe, se necesita de un papá y una mamá para tener un bebé, de manera que gira su atención y cariño hacia papá.

Pero, papá, por supuesto ya está elegido por alguien. La chica entonces le desplaza por los chicos y hombres, identificándose con mamá, la mujer que posee al hombre que ella verdaderamente desea. Debemos observar que hay algo aquí que falta. La niña no sufre por el poder motivacional de la ansiedad de castración, ya que ella no puede perder lo que nunca ha tenido. Freud pensó que la falta de este tremendo miedo es lo que provocaba que las mujeres fuesen menos firmes en su heterosexualidad que los hombres y un poco menos inclinadas hacia los aspectos morales en general.

Si un niño en cierta etapa de su vida no satisface sus necesidades empiezan las frustraciones y estas hacen que se quede estancado en cierta etapa o se pueden   desarrollar ciertos trastornos o complejos, un claro ejemplo de esto son el complejo de Edipo que se refiere al conflicto emocional, cuando se siente una atracción sexual por la madre en el caso de los hombres y en el de las mujeres por el padre es nombrado Complejo Electra. 

El siguiente video ejemplifica el Complejo de Electra:




Mitología Griega: Electra.


Electra en la tumba de Agamenón (c. 1869) de Frederic Leighton.

Electra se hallaba ausente de Micenas cuando su padre regresó de la Guerra de Troya y fue asesinado (junto con Casandra, su concubina) por Egisto, el amante de Clitemnestra o por la misma Clitemnestra.

Ocho años más tarde, Electra regresó de Atenas con su hermano, Orestes. Según Píndaro, a Orestes le salvaron su vieja nodriza o Electra, que lo llevaron a Fanote, tras el Monte Parnasos, donde lo confiaron al rey Estrofo.

Cuando cumplió veinte años, el oráculo en Delfos ordenó a Orestes que regresara a su patria y vengara la muerte de su padre.

Según Esquilo, se encontró con Electra ante la tumba de Agamenón, donde ambos habían ido a rendir honras fúnebres a los muertos, se reconocieron y pusieron de acuerdo para que Orestes pudiera vengar a su padre.

Orestes, después de vengarse (en algunas versiones con ayuda de Electra, en otras de su amigo Pílades), enloqueció y fue perseguido por las Erinias, (o Furias) - la culpa -cuya misión era castigar cualquier trasgresión de los lazos de piedad familiar. Electra no fue acosada por las Erinias.

Orestes se refugió en el templo en Delfos. Aunque Apolo (al cual estaba dedicado el templo délfico), le hubiera ordenado vengarse, fue incapaz de protegerlo de las consecuencias de sus acciones.

Al fin, Atenea lo recibió en la Acrópolis de Atenas y arregló un juicio ante doce jueces áticos.

Las Erinias reclamaron su víctima; él presentó como atenuante las órdenes de Apolo; los votos de los jueces estaban equitativamente divididos, pero Atenea dio su voto de calidad a favor de la absolución.

Más tarde Electra se casó con Pílades, amigo íntimo de Orestes e hijo del rey Estrofo.

Complejo de Electra - Carl Jung.


Esta leyenda es la que dio origen a la teoría del Complejo de Electra, desarrollada a principios del siglo XX por el médico psiquiatra y psicólogo Carl Jung para designar la fijación afectiva que tiene la niña hacia el padre durante cierta etapa de su niñez. Esta teoría es considera por algunos psicólogos como la contrapartida del Complejo de Edipo, desarrollado por Sigmund Freud, según el cual el niño sostiene una fijación con la madre, situando al padre como un rival.

Sigmund Freud- Carl Jung
El Complejo de Electra se presenta aproximadamente entre los cuatro y los seis años de edad. Es durante esta fase que las niñas descubren que no tienen pene y surge lo que los expertos llaman la “envidia del pene”,  que a la vez arrastra el deseo de obtener lo que este órgano sexual simboliza. Los psicoanalistas sugieren que ésta es la causa por la cual las niñas se alejan de la madre y se produce un acercamiento al padre, lo que nosotros coloquialmente conocemos como “papitis”.

Es muy común que el Complejo de Electra o papitis se presente en la mayoría de las niñas en algún momento de la infancia. Sin embargo, a veces va más allá de un simple afecto; esta fijación afectiva o enamoramiento hacia el padre a veces puede generar una situación de rivalidad con la madre.
Cuando esta fase se vive en forma saludable, la niña expresa una predilección por su padre acompañada de una rivalidad hacia la madre. Sin embargo, en los casos patológicos en los que este afecto hacia el padre no es correspondido, puede ocurrir lo contrario: que la niña rechace a su padre al sentirse defraudada por haberla rechazado.

Si todo se resuelve “correctamente”, al llegar a los siete u ocho años la niña nuevamente busca una identificación con la madre a través de la imitación, dejando atrás el Complejo de Electra.
Este complejo no sólo cumple la función de desarrollar la conciencia de género, identificando a los hombres y las mujeres en sus respectivos roles, sino que más adelante influye en la elección de pareja. Esa elección no estará alejada de lo que representa la figura paterna, aunque esto no sea necesariamente consciente.





El Complejo de Electra no resuelto y la dificultad de amar


Es completamente lógico que la niña llegue a decir que se quiere “casar con papá”, porque, al ser él su única referencia amorosa, por imitación a su madre desea lo mismo que ella. Por este motivo “los padres deben hacerle entender que eso no tiene sentido y que no es lo que realmente quiere”, explica el psicólogo José Luis González de Rivera.

Sin embargo, durante esta etapa los padres no siempre toman la actitud correcta y el complejo de Electra no es resuelto de la mejor forma posible. 

Ocurre que  a veces el padre se siente tan halagado por la papitis que “se dejar querer”  sin poner muchos límites; tal vez con ganas de celar a la madre o por sus propias ganas de acaparar todos los amores. De la misma manera, la madre puede entrar en el mismo juego del padre y entrar en competencia con la niña; incluso puede amenazar con quitarle su cariño a la niña si no ignora a papá. O puede suceder que la mamá  aliente esta relación padre-hija  para ya no tener que trabajar tanto el papel de madre.

Si el complejo culmina de esta forma, la niña lo sufrirá en el futuro encontrándose en situaciones como: nunca encontrar a un hombre que la haga feliz, ya que ninguno es tan “grande, inteligente, fantástico” como lo fue su “primer amor”, es decir, su padre.

Por otro lado, puede sentir que está en constante competencia con otras mujeres debido a que su mamá, la primera mujer en su vida, nunca dejó de ser la primera “rival”. En otras ocasiones, se puede observar a algunas mujeres que se caracterizan por una constante búsqueda de atención e intentan llamar la atención, de forma inconsciente, buscando al padre de sus fantasías. Y también hay situaciones en que las mujeres tienden a mantener relaciones con un hombre casado: no por estar con ese hombre en particular, sino porque, inconscientemente hay un deseo de querer reemplazar a la esposa.

Durante la adolescencia también se pueden presentar dificultades, tanto para vincularse con otras mujeres como para tomar decisiones en la elección de pareja.

Para que el Complejo de Electra se resuelva de la forma más adecuada, la niña debe asumir su derrota, reconocer que la madre es la preferida, y así disponerse a buscar otro amor. Por  el contrario, si no se rinde a esta evidencia, se generan las patologías que ya han sido descritas anteriormente. 

José Luis González de Rivera, jefe Psiquiatría de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid,  indica: “se supone que (el complejo de Electra) es una dinámica normal en el desarrollo de las pequeñas, que puede observarse a partir de los tres años, pero que en un plazo de dos años se suele resolver de forma natural”.

Al contrario que en los niños con el complejo de Edipo, el de Electra es “menos claro y pasa más desapercibido” puesto que las niñas tienen un vínculo muy estrecho con las madres, ya que están gran parte del día con ellas, lo que les dificulta mantenerse en competitividad con ellas.